No fue la victoria que soñábamos. Hoy, el aire estaba cargado con el peso de las esperanzas que no se cumplieron. Hay un tipo de coraje único que los luchadores llevan consigo, caminando hacia ese ring, solos pero no realmente solos, porque cuando entran allí, nos llevan a todos con ellos. Y cuando un luchador tropieza, todos tropezamos con él.
Hoy, Brunetto perdió su primera pelea de kickboxing. El dolor de la derrota persiste, a pesar de que se trataba de un combate amateur. Tal vez podríamos haber hecho algo diferente, tal vez nos perdimos algo en el entrenamiento, pero de eso se trata la experiencia, ¿no? Es aprender, es descubrir qué falta, dónde esforzarse más, qué necesita ajustarse.
Pero no todo fue derrota. Al otro lado de este día agridulce, Marc tomó su pelea por asalto, ganando por decisión unánime. Desde la primera campana, fue una fuerza. La agresividad se unió a la precisión y cada patada inicial aterrizó con un propósito. Su volumen, su energía y su determinación iluminaron el ring. Sin embargo, incluso en la victoria, hay reflexión. Estamos orgullosos, pero no estamos satisfechos. Volvemos al laboratorio, listos para afilar los bordes y suavizar los puntos ásperos como equipo.
Cada pelea, ganada o perdida, agrega otro capítulo a nuestra historia. Crecemos como academia, enfrentando el dolor de la derrota y la emoción de la victoria con humildad. Es un viaje que exige respeto por el ring porque cada paso en ella es un recordatorio del trabajo interminable que se necesita para ponerse de pie una y otra vez.
A la próxima pelea, la próxima ronda y el próximo capítulo. Redoblaremos nuestro entrenamiento, nuestra dedicación y nuestro coraje, porque al final, cada pelea nos forma. Los resultados llegarán como deberían, un testimonio del corazón y el trabajo duro que ponemos todos los días.
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